martes, 21 de junio de 2011

Maneras excesivas

Quizás debería haberte gritado en el momento en que entrando de frente te veo venir más que ebrio y yo más sobria, y me cuentas que si estos y que si aquello. Debería haberte mandando a tomar por culo a voz en grito y haberme marchado a beberme a sorbos la pena en mitad de la vida; podría haber fingido que la alegría y la monotonía y que los paseos y los respiros y aquí no ha pasado nada... pero pasó y le saludé y mi único gesto válido fue un levantamiento cortes de la ceja izquierda. Para pasar a la calma tras el más absoluto desconcierto, al escuchar que si las apuestas y las carteras, bastó permitir acceso a ríos de pena desembocando en el mar amargura hasta la mañana, después del ruido de un millar de pájaros.

Para sentirlo, basta con vivirlo, exteriorizarlo no vale de nada, son solo palabras al aire que flotan en círculos concéntricos al eje superior de tu bandera...
Y la verdad, nunca vas a saber la cantidad de susurros que escucha la almohada cuando faltas, ni las toneladas de besos enlatados que aún conservo en mi memoria, o ese presentimiento raro de cuando estás cerca, ni lo de que la luna reflejaba en tu ventana los martes de mitad de mes a las 3 y media de la madrugada, cuando terminabamos de juerga y solo quedaban fuerzas para ti y para mi... pero ya nunca porque ya no me vas a ver,ni te vas a reir y si hay que querer que sea desde lejos, cuanto más, mejor.

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nada estomagante