sábado, 1 de enero de 2011

Pan dulce

El cartón de leche en pendiente de 15 grados exactamente con el cazo.
La presión a la que la leche robada a terneros débiles golpea el latón hace girar
el cazo y gira y gira como una peonza, todo el rato a la izquierda. Mientras la leche
se calienta aparece toda una jauría te tijeretas hambrientas. Hago con ellas lo que haría
con tu madre si por aquí apareciera. Mi subconsciente me delata, mis manos tiemblan, no
controlo la fuerza, odio los instintos básicos. Odio las reyertas a medias...

La leche está caliente y el cadaver de la tijereta me acecha, todavía no está muerta del
todo, pero como si lo estuviera, no pienso volver a pisarlas, crujen más que las mijillas
de pan en el suelo de tejo. Mis medias están rotas, ahora me doy cuenta, que poco me miro
las piernas, que poca atención me prestó al vestirme. A veces parece que he elegido al
azar prendas de un catálogo fantasma y me las he puesto del revés en una habitación a
oscuras. Da igual, la leche ya hierve, pienso de repente que me parezco a la leche, blanco
nuclear, caliente, echando humo, y con nata por encima.
Mi hermano ya esta aquí, hoy elijo la taza que más gusta, esa que tiene como dibujo
una figura de plastilina tocándose la cabeza de manera esperpéntica. Sí, esa.Mi
hermano solo quiere beber la leche en taza.

- ¿Quieres también un donut?
- No, mejor bizcocho.

El bizcocho no me salió muy allá, pero mi hermano adora todo lo que yo hago. Es la única
persona del mundo que me ve tal como soy. Tan transparente que deja pasar a la
propia luz a traves de sus ojos. A sus 26 años todavía no ha salido de casa, su inocencia es ininterrumpible, magnética,
la alegría de mi casa cuando las palas a cuestas hacen falta.
No me importa cuidarle,le adoro y no cambiaría su retraso por nada del mundo.
Creo que son todo ventajas, el es el más feliz del mundo y con solo tres palabras
suyas, yo lo mismo.

1 comentario:

nada estomagante