domingo, 26 de junio de 2011

Tengo una duda que no me deja dormir por las noches...

Me hallo en mi subsistir doméstico a base de coca cola con hielo y me sale barato recibir contestaciones de mi subconsciente, solo que ahora no parecen bofetadas de parte de mi ego.

Y sólo porque cada vez que venías a casa salía olor a yerba por la ventana, el fuego parecía de hielo o de porcelana china de alta gama y tus zapatos manchaban el suelo, daba igual si estaba recien fregado, y es que tus pies manchaban de negro el pavimento aunque te los lavaras... pies negros, manos grandes y corazón caliente. En seis palabras te resumo, y alguna más que necesito para confesarme adicta de muerte a tus senderos a oscuras...

Pudo saberme mejor o peor que llegarás aquella noche a las tantas y me despertaras con esas explicaciones baratas, pero daba igual luego cuando desaparecías y me paseaba por la casa recogiendo tus enseres olvidados, esperando con cara de pena que volvieras a buscarlos y a encederme de nuevo el alma a chispazos hasta hacer hervir la escena.

miércoles, 22 de junio de 2011

mirando por la ventana


Recordó entonces el ruido de la cinta de la persiana con el viento y lo mucho que se parecía a las alas de un murciélago frenético. Recordó los mimos en la ventana y al paciente italoamericano que se paseaba por el pasillo largo de la unidad de quemados.
Fueron los meses más intensos de su vida, cuando se distraía aparecía inmersa en un océano de casualidades inequívocas, tras la meseta del desenfreno.

martes, 21 de junio de 2011

Maneras excesivas

Quizás debería haberte gritado en el momento en que entrando de frente te veo venir más que ebrio y yo más sobria, y me cuentas que si estos y que si aquello. Debería haberte mandando a tomar por culo a voz en grito y haberme marchado a beberme a sorbos la pena en mitad de la vida; podría haber fingido que la alegría y la monotonía y que los paseos y los respiros y aquí no ha pasado nada... pero pasó y le saludé y mi único gesto válido fue un levantamiento cortes de la ceja izquierda. Para pasar a la calma tras el más absoluto desconcierto, al escuchar que si las apuestas y las carteras, bastó permitir acceso a ríos de pena desembocando en el mar amargura hasta la mañana, después del ruido de un millar de pájaros.

Para sentirlo, basta con vivirlo, exteriorizarlo no vale de nada, son solo palabras al aire que flotan en círculos concéntricos al eje superior de tu bandera...
Y la verdad, nunca vas a saber la cantidad de susurros que escucha la almohada cuando faltas, ni las toneladas de besos enlatados que aún conservo en mi memoria, o ese presentimiento raro de cuando estás cerca, ni lo de que la luna reflejaba en tu ventana los martes de mitad de mes a las 3 y media de la madrugada, cuando terminabamos de juerga y solo quedaban fuerzas para ti y para mi... pero ya nunca porque ya no me vas a ver,ni te vas a reir y si hay que querer que sea desde lejos, cuanto más, mejor.

domingo, 19 de junio de 2011

errores precoces


No dependía de mi, ni de las implicaciones de mi mente en asuntos corruptos. Casi sin darme cuenta empecé a meter las piernas en el fango y cuanto más me adentraba más me preocupaba por salir pero sin llegar a ver el momento de decidir regresar a la orilla. Empezaron a cobrar importancia los pequeños gestos y andar a gatas no suponía ningún esfuerzo si luego aparecías tu con excusas baratas para acallar un regimiento de mariposas en celo

domingo, 12 de junio de 2011

Pieles de cordero

Por eso nos tapábamos, con pieles de cordero degollado por las noches y nos gustaba. Y nos gustaba no compartir ni un solo gemido ni suspiro; y jamás tocarnos con los dedos de los pies.

Esto son costumbres que perduraban en el tiempo de forma inconstante, a las que acostumbrarse. Y parecían verse las noches pasar en tropel, una tras otra y verse amanecer cosiendo mañanas con fotos del ayer. Porque por las tarde llovía y de la mano saliamos a coger caracoles y rosas rojas. Y luego la casa parecía de mentira y mamá decía que faltaban 18 días exactos para el cumpleaños de aquel sobrino lejano de la vecina del cuarto. Y nada parecía del todo verdad, ni siquiera aquellas ollas plateadas de tu cocina, y los pimientos con luces fosforitas en la ventana.