viernes, 12 de agosto de 2011

recibos


Y llegó el momento en que lo pensaste fríamente. ¿Realmente querías esperarle con un moño por las noches y encenderle la luz de la entrada para que no tropezará con los muebles y las esquinas?
Dime, ¿merecía la pena quererle de esa estúpida manera, con el rimel puesto hasta las dos de la mañana bañándote las ojerás en alcohol de pepino?

Tú mirada era de lunes a jueves más triste que un día nublado en un crematorio de mariposas, escondías arañazos de gatos monteses en los brazos y escote, habías olvidado el sonido de tu propia risa...

Dejaste de recibir mensajes de tus amigas dos meses después de conocerle, cuando te mudaste a aquel ático con vistas al desgüace de los sueños. Y a veces por las noches mirando por el cristal casi opaco te preguntabas si realmente aquello era vida, si no merecías algo más que dosis ingentes de cariño privado y exclusivo, sino eras algo más que la propia carcelera de tus miedos, castigos e ilusiones...

1 comentario:

  1. Impactante,Es hermoso...es demaciado facil dejar al felicidad en manos de otros y tambien facil recuperarla...

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nada estomagante