domingo, 22 de mayo de 2011

movimientos bruscos

Tú sabías que algo pasaba, porque cuando te nombraba temblaban las telarañas de la casa y una hambrienta jauría de lobos aparecía en tu puerta para pedirte las sobras. Había momentos del día en los que todo era un incordio y no parabas de gritarme por cualquier tontería. Otros en cambio parecías estar en armonía incluso con el gotelé de la pared. Las noches, desde la alfaguaras parecían más tenues, y más inquietante e inconfundible se volvía el brillo de tus ojos con el viento. Sonaban sirenas y gaviotas, y quizás algún violín desafinado, en medio de un paraje desolador de puertos, de carretera y calcetines manchados me mirabas. Yo te esperaba cada noche, cada tarde y mañana en el mismo lugar... porque desde que te marchaste las cosas cambiaron de color y me costaba algo más levantarme por las mañanas temprano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

nada estomagante