domingo, 12 de junio de 2011

Pieles de cordero

Por eso nos tapábamos, con pieles de cordero degollado por las noches y nos gustaba. Y nos gustaba no compartir ni un solo gemido ni suspiro; y jamás tocarnos con los dedos de los pies.

Esto son costumbres que perduraban en el tiempo de forma inconstante, a las que acostumbrarse. Y parecían verse las noches pasar en tropel, una tras otra y verse amanecer cosiendo mañanas con fotos del ayer. Porque por las tarde llovía y de la mano saliamos a coger caracoles y rosas rojas. Y luego la casa parecía de mentira y mamá decía que faltaban 18 días exactos para el cumpleaños de aquel sobrino lejano de la vecina del cuarto. Y nada parecía del todo verdad, ni siquiera aquellas ollas plateadas de tu cocina, y los pimientos con luces fosforitas en la ventana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

nada estomagante