martes, 3 de febrero de 2009

síncope vasovagal día sí y día también



Los bizcochos bañados en licor, suaves masajes cerebrales, recompensas por encontrar al villano, las patatas estofadas, la camilla más erótica, las tijeras de podar pelo, la gallina turuleta, jugo de manzana en cualquier recoveco de su cuerpo, el chico de la cara fusiforme y el talle de carretera , cerezas por pendientes, arrugas de juventud, el pintalabios que me comí, el bar de la agonía, la certeza del pájaro que no cantó, la piruleta marchita, la pegatina de velcro rosa, la monja de la naranjada, juegos a oscuras en un salón sin sofá, la intrusión a tu alacena, unas cortinas pintarrejeadas, la habitación del pánico con roedor incluído, la ducha estrecha donde fornicar bien pegados, la sesión de fotos con luz verde fenomenal, el cuchillo del hombre malo, el funeral con arañazos, el guardapelo infinito, el gesto más hosco que jamás vi, la olla a presión de su casa, el patio de los geranios rojos, el beso más corto y el abrazo más largo, el rincón de su cuello que altera el ánimo, el hueco del armario donde abandono las esperanzas cuando pesan demasiado, la estrella fugaz que le regalé por su cumpleaños, las garrapiñadas, la mirada del hombre en blanco y negro y sus gafas de sol recién estrenadas, los parabrisas vespertinos, las gárgaras con agua con sal o zumo de limón, los paseos inapetentes, el carbón que la barbacoa regurgitó, los pendientes largo de medio kilo, la reyerta con abrazos, la alfombra esquiva, la mariposa sugerente, el abanico que se levó tus penas, las penas que se llevaron tu color, el color que se llevo tu belleza, la belleza que se llevó tu atractivo... y todas esas cosas que no sé si volveré a experimentar pero que han dejado un cráter insalvable en el planeta donde mi corazón hiberna a temporadas intermitentes.

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