lunes, 2 de febrero de 2009

Solo mentalmente


Durante años soñé con algo que no tenía demasiado sentido... Soñé con unos ojos que no había conocido, ni habían visto mis retinas, aún así no pude dejar de obsesionarme con esa mirada que me desquiciaba por completo. El día en que conocí al portador de esos párpados lánguidos deseosos de un guiño de complicidad no podía creer que hubiera echado en falta a aquel individuo al que NO había visto, ni escuchado, ni hablado, ni saludado, ni observado con avidez, ni abrazado, ni besado, ni conquistado en esta vida pero con quien sé que compartí algo más que un contexto temporal en algún lugar tan lejano que no sabría a día de hoy ubicar. Echaba tanto de menos aquel lagrimal que se inundaba solo con un par de frases cortas bien elegidas que lo mantuve en mi subconsciente durante al menos nueve reencarnaciones, por eso llevaba nueve infelices vidas desde aquella primera vez que adopté un cuerpo propio acorde con mis intenciones y proyectos de vida... Y ahí estaba de nuevo esa alma que creía que me debía pertener a mi y solo a mi. Era otro cuerpo, otro refugio al fin y al cabo pero había sido una sabia elección por su parte ya que después de vagar por infinidad de cuerpos había encontrado unos ojos idénticos a los que yo le había conocido y con los que aún le recordaba. ¡Cómo era...! aunque sé que no lo hizo para que yo le encontrara, había tenido tiempo suficiente como para difuminar mi recuerdo, él no quiso torturarse durante tantas vidas. Ahora ni siquiera era consciente de la infinidad de veces que ya nos habiamos mirado y yo no sabía como hacerle saber que era yo y que lo había reconocido por los ojos certeramente escogidos...

Necesitaba una señal que me indicara que debía hacer, necesitaba saber por qué aquella tarde el lápiz tembló entre sus dedos, necesitaba saber mucho más de lo que estaba dispuesta a preguntarle y no por vergüenza de quedar como una enajenada... Simplemente tenía un miedo atroz de no obtener la respuesta que yo creía correcta, era algo superior al miedo, pánico, una grima sobrenatural como la que sentí dos vidas atrás cuando aquel deportivo rojo se acercaba de manera devastadora hacia la motocicleta que me conduciría a la muerte por culpa de un desaprensivo proxeneta que solo se quejó después de un ligero escozor en un arañazo de medio centímetro no más. Yo no quería dejar pasar aquella oportunidad. ¿ qué sabía yo si tendría la posibilidad de cruzarme de nuevo con ese alma complementaria que se me ocultaba en vida y me esquivaba en nuestro vagar etéreo a la espera de una nueva reencarnación?

Mi subconsciente me torturaba hasta el insomnio vertical durante temporadas más o menos largas durante las cuales se me revelaban verdades que asustarían hasta al más frío muro de piedra de las catacumbas griegas donde en una ocasión fui enterrada.Quería actuar y no sabía como.

1 comentario:

  1. Siempre puede salir un "hola" del alma, o un grito. Son nueve vidas para descubrirlo. Rompe el hielo como en las otras ocho.

    #47

    ResponderEliminar

nada estomagante