jueves, 14 de mayo de 2009

se escabullía, se escabullía y nada poder hacía


A cada segundo que pasaba su sinceridad podría haberme matado pero había serenatas por la mañana y tango para dormir; El whisky me arropaba y el café caliente quemaba mis entrañas a cada bostezo matutino. El estado era similar al que tenía cuando las termas se sumergían en chupitos de color rosa. Los segundos que nos envolvían se prolongaban hasta el infinito haciéndonos sentir inmortales pero medio muertos o a medio nacer... o quizás no porque él si que había tenido la oportunidad de vivir en primera persona. Mientras contaba sus historias de cuando trabajó de actor allá en su tierra sus amigos parafraseaban sus andanzas cambiando la carpeta por la bolsa de droga. Lo veían como a un yonki de la vida con quien podían pasar las horas inapetentes. El mejicano solía decirle en tono de broma " ¿la gripe porcina también es vuestra no sudaca?" y había risas y esas cosas. Éra una de esas personas maltratadas por la vida y me agradaba su cuidado dental en contraste con el desaliño que mostraban sus rizos despeinados de tanta almohada chupóptera. El chico de los tatuajes le podrían haber llamado porque te descuidabas y aparecías inmerso en una conversación sobre alguna de esas cosas que había decidido tatuarse años atrás, como a su exnovia la vampira o el bambi más satánico de la historia, nueve hacían el total de los dibujos que decoraban su cuerpo. Cada uno de los habitantes de su piso era más sorprendente que el anterior, sin ir más lejos estudiaban las más inquietantes carreras que uno podía imaginar. En un banco a la puerta del garito donde bailábamos y él se recreaba en sus raíces, me vi de repente metida en una ambigua conversación en la que se divagaba sobre las pizzas que Maradona pedía traer en avión desde Argentina cuando se hospedaba en la Italia que más familiar le resultaba. El viaje a Barcelona era inminente y yo veía su mirada pérdida de tantos preparativos como albergaban en su desquiciada cabeza. Él no sabía lo que era estudiar pero aprendía como nadie y enseñaba como pocos. A ratos parecía tener algo en contra mía, criticaba mis exquisitos modales, imitaba mis gestos y retorcía mis miradas con la insensatez del que no conoce la educación, pero me daba igual, tan dispares y tan juntos se nos veía, con la grieta de la paradoja separando nuestros mundos aparte. TODO me sorprendía de él, de su vida, de sus conocidos... como aquella chica que siempre llegaba tarde con su pequeño perro, los italianos con los que pasé la noche más paranoica de mi vida, la estudiante que tenía un precioso bebe... Conocía hasta los barrenderos de su zona y los saludaba por su nombre, y ellos le sonreían con un gesto cortés de esos que tratan de evitar las distancias incómodas. Pero él iba a dejar esa vida, dejaría la ciudad y hasta me dejaría a mi colgadísima de un parapente de emociones nuevas.

1 comentario:

  1. ya se lo dedicaré cuando el otro tiempo me lo permita, que no es poco. Este finde pondré algo; es bueno hacerse de rogar un poco... Las salidas y entradas? de que índole?

    ResponderEliminar

nada estomagante