martes, 21 de abril de 2009

No era capaz de tender la ropa por miedo a verla precipitándose en el vacío...


Y empezaba él a hablar, con su ritmo frenético y la trompeta sonando entre sus cuerdas vocales, era curioso ver el efecto que producía entre los alumnos el cambio de un francés por una serpiente que por la clase iba arrastrándose buscando el manjar que pretendía llevarse a la boca, a mi me daba hasta miedo oirle hablar en parsel con su lengua bipedina remarcando el final de cada frase con un sinuoso sílbido. En clase alguien dijo que este año el entretiempo había pasado de refilón sin apenas causar estragos hormonales de índole curiosa. Todo acabó de manera caótica cuando decidí que ya había aguantado suficientes memeces por unidad de tiempo y me dispuse a seguir trazando mi órbita diaria de vuelta a casa.
El muy perro estaba asomado a la ventana esperando a que pasara y por poco si me ladra y babea por no renunciar a su condición quasianimal; cuando llegue hasta él me abrió la puerta con rapidez pasmosa y me sentó en el sillón mientras accedía a mis caprichosas peticiones; había como no en su entrepierna vainilla de esa que es suave al tacto y luego la hueles y que mínimo que un placer si la pruebas...yo aquella tarde planté un árbol con la intención de malherir la tierra que no siembra con brotes verdes y latigazos cálidos; jugaba a ratos al amor cansado en fuentes varias, vaciaba zapatos con requesón por relleno si por años una fortuna amasara; libre, que no esclava de la libertad, recibida en donde se me antojara y con don de estrechar vínculos inexistentes... pero todo era irreal, resultado del cociente entre ceros a la izquierda o quizás aún más irrisorio. Mis margaritas en sequía temporal, el corazón demasiado ocupado para atender a los ventrículos y a las aurículas, la oclumancia podría haber revelado algo más que inhumanidad en mis pensamientos.

1 comentario:

nada estomagante